Carta circular a los amigos de la cruz
Dos capítulos había dedicado el autor en ASE (13 y 14) a presentar la cruz como el grito y encarnación suprema del amor de Dios en Cristo Sabiduría encarnada a los hombres de todos los tiempos. Un capítulo más (el 16) de la misma obra, presentaba la cruz, bajo el aspecto de «mortificación universal» (hoy diríamos seguramente «disponibilidad», «entrenamiento», «esfuerzo de superación…») como uno de los grandes medios para alcanzar la Sabiduría. El número 100 de ASE, insistía incluso en que la cruz es un regalo de la Sabiduría a sus predilectos…
La presente «Carta Circular» sobre el tema va dirigida a un grupo de cristianos que se habían asociado bajo la dirección del misionero, en la ciudad de La Rochelle, con el nombre de Amigos de la Cruz. Era uno de tantos grupos que el misionero dejaba en los lugares donde misionaba para prolongar el fruto de su ministerio e integrar al laicado en la labor apostólica…
La segunda parte del pequeño escrito comenta a Mt 16,24: «Quien quiera seguirme que se niegue a sí, cargue con su cruz y me siga», y convierte esa consigna de Jesús en un programa de vida cristiana en seguimiento del Maestro. Porque «la Sabiduría (Cristo) es la Cruz y la Cruz es la Sabiduría» (ASE 180).
SALUDO INICIAL DE MONTFORT
1.- ¡Queridos amigos de la Cruz! La Cruz del Señor me mantiene oculto y me prohíbe dirigirles la palabra. Por ello, no puedo ni quiero hablarles de viva voz para comunicarles los sentimientos de mi corazón acerca de la excelencia de la Cruz y de las prácticas maravillosas de su Asociación en la Cruz admirable de Jesucristo.
Sin embargo, hoy, último día de mis ejercicios espirituales, salgo, por decirlo así, del delicioso retiro de mi alma, para trazar sobre el papel algunos dardos de la Cruz, que penetren hasta el fondo de sus almas. ¡Ojalá para afilarlos sólo hiciera falta la sangre de mis venas, en lugar de la tinta de mi pluma! Pero, ¡ay!, aunque mi sangre fuera necesaria, es demasiado criminal. Que el Espíritu de Dios vivo sea, entonces, el aliento, la fuerza y el contenido de estas líneas. Que la unción divina del Espíritu sea la tinta con que escribo; la Cruz adorable, mi pluma; sus corazones, el papel.
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