Fundamentos de la «Consecratio Mundi»
Esta reflexión sobre “la Consagración de Jesús, de María y de los hombres”, la dedico a Su Santidad Juan Pablo II y a los Obispos que han consagrado, el 25 marzo de 1984, la Iglesia y todas las personas del mundo al Inmaculado Corazón de María, así como a los Obispos que continúan realizando tal Consagración.
Padre Luka Cirimotic, s.m.m.
Este gesto requiere, todavía hoy, ser entendido en profundidad y vivirlo en espíritu de autenticidad evangélica. Dios Padre se sirve de María para enviarnos a su Hijo, Jesucristo, que nos ha traído la salvación y nos ha hecho capaces de llegar a ser verdaderos hijos de Dios. Viviendo plenamente nuestra consagración bautismal, nosotros nos vamos reformando al modelo de Jesucristo y estaremos en capacidad de comunicarnos con la vida misma de la SS. Trinidad. De esta manera logramos también la mayor gloria de Dios, la difusión del Reino de Cristo, de su Iglesia y la salvación de la humanidad entera.
Reformarse al modelo de Cristo significa también reformarse al modelo de María SS., verdadera discípula del Señor y madre nuestra, establecida por Dios como modelo de los creyentes y mediadora de gracia. La consagración al Inmaculado Corazón de María y al Divino Corazón de Jesús es, por consiguiente, la condición necesaria para que se realice esta conformación al modelo de María y de Jesús.