
Los pobres y las misiones
Luis María Grignion de Montfort (1673-1716) ya ha suscitado o soportado, sólo en lengua francesa, más de veinticinco biografías. Es bastante. ¿Para qué agregar una nueva obra?
La historia de la Iglesia comienza un cambio profundo que, a la vez, se agrandará con la problemática de las ciencias humanas y volverá a centrarla alrededor del eje del Pueblo de Dios y de la Misión. En esta transformación deben participar todos los sectores de esta historia, incluso la hagiografía. Es el sentido de este trabajo: no se trata de hacer una biografía, y menos aún una biografía exhaustiva, ya que numerosos aspectos de la obra del santo se dejarán en la sombra, sin querer absolutamente minimizarlos; pues solamente se desea hacer una reinterpretación, entre otras posibles, de la fisonomía, del pensamiento y de la acción pastoral de Montfort.
Todo análisis de la pastoral de un hombre debe hacerse partiendo de él mismo y del ambiente en el cual trabajó: es el objetivo de los primeros capítulos –uno más psicológico, más sociológico el otro–, que siguen el recuerdo de la vida del santo. Viene enseguida el análisis propiamente dicho: las coordenadas generales de su pastoral y su triple ministerio profético, litúrgico y educativo, tanto a nivel de los métodos de aplicación como al del contenido teológico. Un último capítulo trata de captar el rol y el alma de Luis María Grignion, en su doble apostolado: frente a los pobres y en las misiones.
Mirar a un ser querido con ojos críticos es una forma de pobreza, y no la más fácil. Modificar la imagen tradicional de un santo venerado es siempre doloroso, hasta puede parecer ofensivo. Este sufrimiento merece respeto, pues expresa una fidelidad. Pero ¿no impulsa la verdadera fidelidad a sobrepasar sin cesar las representaciones legadas por el pasado, a fin de comprender mejor al hombre mismo? Si estas páginas no hacen un llamado constante a la gracia, es porque ésta escapa a las medidas de la ciencia; uno la adivinará, sin embargo, si sabe contemplar la manera como el apóstol se encaminaba hacia el equilibrio, hacia la docilidad al Espíritu. Tal vez, mirar con más lucidez el material humano que la misma gracia logró transformar, sea finalmente la mejor manera de respetarla.*