María y la Debilidad de Dios
Soy todo tuyo, ¡oh María!
Y cuanto tengo es tuyo.
El mensaje del Padre de Montfort es desde hace tiempo bien conocido. Muchos han oído hablar del Tratado de la Verdadera Devoción a la Sma. Virgen, lo han leído y meditado; al igual que el Secreto de María, la Carta a los Amigos de la Cruz (El Amor de la Sabiduría es, en cambio, menos conocido). La «espiritualidad monfortiana» permite a muchos leer el Evangelio y vivir la fe bajo ciertos matices, encarnándola en situaciones a menudo difíciles. Hoy, sobre todo a partir del Concilio Vaticano II –que dedicó a la Virgen María todo un capítulo de la constitución sobre la Iglesia (Lumen Gentium, cap. 8, Nos. 52-69)– el renovado y progresivo descubrimiento de María en nuestras vidas suscita nuevo interés por los escritos de Montfort. Quien nos invita con tanto empeño a consagrarnos a Cristo Sabiduría por las manos de la Virgen. Es un interés que desborda evidentemente y con gran amplitud los «marcos monfortianos». Hoy nos hallamos con el misterio de la Sabiduría y de la Cruz, con el de «Jesús abandonado» y con el de María, en los Focolares, en la renovación carismática, en los «Foyers de Charité», y en otros ambientes, a nivel mundial. Movimientos y experiencias espirituales que suscitan se hallan naturalmente a gusto en el interior del mensaje monfortiano que han adoptado como suyo. ¿No afirma acaso el mismo Papa Juan Pablo II, consagrado a Cristo por María, que la lectura del Tratado de la Verdadera Devoción a la Sma. Virgen «marcó un viraje decisivo en su vida»?… Pronto me di cuenta –dice– de que más allá de la formulación barroca del libro, se trataba de algo fundamental…» (A. Fossard, Dialogues avec Jean Paul II, pg. 184-185)? ¿Su lema «Totus tuus» «Soy todo tuyo» «Te estoy totalmente consagrado»), no lo tomó a caso de ese libro? (VD 233).